2 de mayo de 2025

¿Qué pasa cuando un buen alumno no quiere ir a la universidad?

Tomás siempre fue el alumno ejemplar. Buenas notas, trabajos a tiempo, disciplina, responsabilidad. Los profesores lo mencionaban como referente y sus padres soñaban con verlo en la universidad. Por eso, cuando dijo “no quiero estudiar una carrera ahora”, la reacción fue de sorpresa… y angustia. “¿Cómo que no quieres ir a la universidad? ¿Y todo lo que lograste en el colegio?”. Tomás no sabía cómo explicarlo, solo sentía que algo no encajaba. No era rebeldía ni flojera, era honestidad.

Algunos jóvenes con alto rendimiento académico se sienten desconectados de la universidad. Y lejos de ser un fracaso, puede ser siempre una oportunidad para redefinir su camino personal y profesional.

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¿Por qué un buen alumno puede rechazar la universidad?

Es común pensar que el rechazo a la universidad se da solo en quienes “no quieren estudiar”, pero a veces viene de jóvenes brillantes y comprometidos que sienten que el camino tradicional simplemente no se alinea con lo que son o con lo que sueñan.

Algunas razones comunes:

  • Saturación emocional. Después de años de presión académica constante, muchos jóvenes simplemente se sienten agotados.
  • Desconexión con las carreras tradicionales. No todos encajan en una carrera universitaria de cinco años o más. Hay quienes necesitan otras formas de aprender y de aportar al mundo.
  • Miedo a equivocarse. La sensación de estar tomando una decisión “para toda la vida” puede paralizar a quienes son muy exigentes consigo mismos. Es una de las primeras veces que requieren decidir sólos y no seguir un patrón.
  • Falta de propósito claro. A veces no se trata de no querer estudiar, sino de no tener claro para qué hacerlo.
  • Visión diferente del éxito. El éxito ya no solo se mide en títulos, sino en impacto, libertad, bienestar o creatividad.  Los jóvenes de esta generación buscan sentirse cómodos y a veces les cuesta identificar dónde pueden descubrir esa emoción.

¿Y si no es un rechazo, sino otra forma de empezar?

Cuando un adolescente dice “no quiero ir a la universidad”, muchas veces no está cerrando una puerta… está abriendo una búsqueda de algo que no tiene claro. Y lo importante es no interpretar esa decisión como pasividad o desinterés, sino como una oportunidad de exploración.

El problema no está en no seguir el camino universitario. El problema está en quedarse paralizado, sin plan, sin dirección. La clave está en acompañar ese momento con claridad, estructura y orientación. Cundo se impone una expectativa, así sea de modo aparentemente pacífico, no hay lugar para detenerse, estar en calma y reflexionar.

Alternativas reales a la universidad que requieren investigar

  • Educación técnica o carreras cortas. Programas de alta empleabilidad en áreas como salud, tecnología, logística, diseño o servicios. En menos de tres años, ya se puede estar trabajando y generando ingresos. Las posibilidades laborales en países como el nuestro son menores, todo depende del objetivo que se tenga en mente.
  • Certificaciones digitales. Marketing digital, programación, diseño UX/UI, análisis de datos, inteligencia artificial… muchas de estas certificaciones se obtienen en menos de un año y tienen alta demanda laboral. Si se pretende trabajar en ello, se requiere de mucha iniciativa y organización para formar un emprendimiento propio que brinde servicio a otros.
  • Emprendimientos. Desde lanzar una tienda virtual hasta crear contenido digital o dar clases particulares. Emprender no es solo generar dinero, es desarrollar autonomía, habilidades prácticas y visión de futuro.  En este caso también se requiere de iniciativa, organización y mucha constancia para no decaer frente a las frustraciones que genera el inicio de todo emprendimiento.
  • Voluntariados o viajes con propósito. Participar en proyectos sociales, culturales o ecológicos permite desarrollar empatía, liderazgo y perspectiva social.
  • Trabajo con sentido. Tomar un trabajo a medio tiempo mientras exploras tus intereses puede apoyarte a ganar experiencia, conocer nuevas realidades y encontrar motivación.
  • Proceso de orientación vocacional. No saber qué estudiar no significa que estés perdido, solo que aún no conectaste con lo que te representa. Un test vocacional acompañado por profesionales puede dar claridad, alivio y rumbo.

¿Cómo acompañar esta decisión como padre, madre o educador?

  • Escucha activa. Un “no quiero estudiar” puede esconder un “no sé por dónde empezar”. Escucha sin interrumpir ni juzgar.
  • Haz preguntas, no afirmaciones. En lugar de “vas a desperdiciar tu futuro”, prueba con: “¿Qué te entusiasmaría explorar ahora?”.
  • Valida sus emociones. Aceptar que un hijo no quiere seguir el camino esperado puede ser difícil, pero no tiene por qué ser una tragedia, es un momento para conocer lo que siente tu hijo o hija.
  • Evita las comparaciones. Cada adolescente tiene su ritmo. Compararlo con otros solo aumenta su presión.
  • Acompáñalo activamente. Investiga opciones, habla con orientadores vocacionales, anímate a participar en una sesión familiar. Apoyar no es decidir por él, es estar presente, acompañándolo sin imponer.

Consejos para adolescentes que no quieren ir a la universidad

  • Explora con intención. Si no vas a estudiar este año, que sea un año de crecimiento: prueba talleres, trabaja, conversa con profesionales, viaja si puedes. Pero hazlo con propósito.
  • No te etiquetes. No eres flojo, ni perdido por necesitar tiempo. Eres consciente de que una decisión así merece ser pensada.
  • Conéctate con tus intereses. ¿Qué temas buscas en internet? ¿Qué te entusiasma sin que nadie te lo pida? Esas son pistas.
  • Busca referentes. Hay muchísimas historias de personas exitosas que no empezaron por la universidad, pero sí tuvieron claridad, pasión y un plan.
  • No apagues tu curiosidad. Puede que no quieras estudiar una carrera larga, pero eso no significa que no debas seguir aprendiendo.

Una historia que podría ser la tuya

Lucía, 18 años, terminó el colegio con una beca para estudiar ingeniería. Todos estaban orgullosos, menos ella. Sentía que no era su camino. En vez de entrar a la universidad, se tomó un año para estudiar cocina saludable, trabajar en un café y hacer un proceso de orientación vocacional. Hoy, estudia Nutrición y sueña con abrir su propio centro de bienestar. No fue un año perdido, fue el año en que empezó a conocerse de verdad.

No querer ir a la universidad no significa rendirse. Puede ser el punto de partida de un camino más auténtico, más coherente y más conectado con la identidad del adolescente.

La clave está en actuar, investigar, explorar, buscar apoyo profesional y, sobre todo, construir ese camino paso a paso, con confianza y sin culpa.

¿Y tú? ¿Qué harías si pudieras elegir sin miedo?